Nada vuelve

 Nada vuelve

Vivo en un pasaje pintoresco,
donde soy caballero sin escudo,
a la vez héroe y víctima del verdugo,
que me observa con rostro burlesco.

Curioso, me adentro en las páginas,
camino entre espacios en blanco,
deambulo sin rumbo y me estanco,
buscando la huella de las ánimas.

La tragedia se transforma en sátira
cuando la tinta roza mis párpados,
gárgolas y jilgueros sobrevuelan
un cielo difuminado por relámpagos.

No existe ave que escape del letargo,
de las ilusiones creadas por el viento,
del mundo donde el día y la noche 
siempre son al mismo tiempo. 

Ante mí se manifiesta el oráculo, 
los antiguos dioses entablan batallas,
para ser el aliento que emane
de su boca, y expresar su culpa.

El veredicto del sabio
revela un dantesco espectáculo 
de palabras envenenadas,
la historia que los dioses ocultan.

Con actitud sosegada
se acerca y me pide sentarme
para escuchar el breve relato 
que el destino vino a contarme:

"El diablo, con su arrogancia infinita, 
desea adoptar la forma de un dios. 
Entre las opciones que delimita, 
elige, a su juicio, al más superior: 
                                                       Zeus.

Una vez transformado en este,
invoca bellos jardines de rosas 
para conmover y conquistar a Hera. 
Sin embargo, una maldición
que cayó sobre ella le impide verlas.

Lo evidente no es suficiente
para obtener el cariño que espera,
y desencadena su última opción:
Un ariete para abrir su corazón,
aunque ello resulte en corromperla".

                              ...

El silencio surge y se apodera
de las hojas de este libro.
Al fondo del inmenso salón
una tenue llama acaricia mi retina.

De repente, 
unos versos
resuenan en mi mente. 

        "Por cada rosa un pétalo,
         por cada pétalo, tres espinas". 

Javier A.L:

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